miércoles, 24 de diciembre de 2008

Nochebuena


Desde un día frío por fuera pero muy cálido por dentro, para todos mis amigos, FELIZ NAVIDAD
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(( Este gato estaba en el Hope, pero no me he podido resistir a la tentación de traerlo a casa. Mirar qué contento está. Para todos los que todavía no lo conozcais, pasaros por el Hope ))

Navidad de Forges ...

Forges es genial. También en navidad.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Farenheit 451


A veces unas cosas llevan a otras y una va caminando por senderos que no esperaba volver a recorrer. Una conversación telefónica me ha traído estos días el recuerdo de un libro y una película que, aunque siempre han estado ahí, parecían olvidadas. Se trata de "451 Farenheit", otra obra maestra de mi adorado Ray Bradbury.


Una sociedad que, lejos de leer libros, los quema. Y para quien ama la literatura, esta utopía se convierte en algo sobre lo que pensar muy seriamente, pues no es muy descabellado que algún día lleguemos a vivir en una sociedad como la que plantea Farenheit, con una cultura audiovisual dirigida por el poder y la total prohibición del pensamiento y las emociones que suscita el arte.



François Truffaut obró el segundo prodigio: convertir la insuperable novela en una película estupenda. Y vaya si lo consiguió. Aunque los efectos especiales dan risa, la película sigue siendo una obra maestra. Y Julie Christy está guapísima.


Farenheit: un libro y una película donde los libros son los protagonistas.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Adios, Soseki



Hoy un amigo me ha hablado de un gato. De un gato que ha muerto. Un gato famoso que pertenecía (o mejor dicho, se dignaba compartir sus días) a Fernando Sánchez Dragó.

El gato se llamaba Soseki.

La noticia me ha impresionado, así que he buscado en las páginas de la poderosa red alguna información sobre él. Recomiendo a quien desee saber más que visite el enlace de El Mundo, del que he rescatado las fotos.
Contiene poemas, epitafios y reflexiones de escritores amigos de Fernando. También de él mismo, que manifiesta que está preparando una obra sobre Soseki.


Murió por accidente: se ve que el gato estaba jugando, como suelen hacen todos los gatos, y se cayó por el hueco del montacargas. Los gatos, sobre todo cuando son jóvenes, son como los niños: imprevisibles y traviesos, inocentes y despistados.

Para una amante de los felinos como yo es comprensible el dolor y la tristeza por haber perdido a uno. Los gatos con su belleza llenan los días grises y con su calma ayudan a que amainen las tormentas del corazón.

Copio unas palabras del blog de Fernando:






"Soseki ya tiene epitafio. Se lo ha puesto un lector de este blog: Koshinga. Dice: 'Requiemcat in pace'. (Ojo: no 'requiescat', sino 'requiem y cat').
El resto es silencio."



Douglas Spaulding

Hace unos días Manuel Vicent, entrevistado por Pepa Fernández, dijo que "la literatura es la memoria fermentada por la imaginación". A mí me gustó la frase; creo que es muy cierta. Por lo menos, así sucede con mi libro favorito. Ray Bradbury no ha escrito una novela autobiográfica, pero estoy segura de que mucho de Douglas está en el propio escritor. Y la magia de la lectura hace que conectemos con todo eso que él nos ha transmitido.
¿Quién no se ha sentido identificado alguna vez con un personaje de novela? A través de cualquiera de ellos ellos he vivido tantas vidas, he muerto tantas veces, he viajado a lugares insospechados, a otras épocas, a otros aspectos de la realidad o de lo que es puramente fantástico... una vida "virtual", pero más que hecha de imágenes, construída sobre los sentimientos. ¿No llegan las palabras directamente al corazón?

Hay días en los que me llamo Douglas Spaulding. Hoy es uno de esos días.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Café Hope


Si la casa se te echa encima,

si no tienes un amigo a quien contárselo,

si tienes más ganas de llorar que de reir,

si todo te aburre más de lo que puedes soportar,

si te miras al espejo y no te reconoces ...


sal a la calle

busca un wifi

y déjate caer por el café Hope.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Las chanclas de Teresa



Este cuento ya lo publiqué en el blog, más o menos por el mes de junio. Pero cuando lo publicaron en la Voz en el verano pasado le cambié el final por otro más amable. Como lo he metido en el blog de escritores (y he estado trasteando con las fotos), he decidido dejarlo por aquí también.


He añadido fotos nuevas (seguro que la sirena no pasará inadvertida a los chicos). Las sirenas de aquella vez también causaron estragos, ¿verdad, Jorge?. Todo lo contrario que mi foto de la Voz... ¿habeis visto qué cara de tontaina he sacado? Pues sí, soy un hacha enviando fotos a las revistas.

A ver si esta historia nos acerca un poco el largo, cálido y lejano verano. Espero que os guste el cambio.

El enlace al blog de escritores:

Las chanclas de Teresa

Las compró en una tienda de baratijas que había enfrente de la playa. Unas chanclas del número 41 para una chica de 17 años. No era su costumbre ir sola a la playa, pero esa mañana de julio decidió que era una lástima pasarse todo el día estudiando en la biblioteca. Y sin decirle nada a nadie, cambió los libros y cuadernos por la toalla y el bronceador.
Pero olvidó las playeras, por eso compró aquellas, a rayas azul marino y blancas, que no le gustaban demasiado. El bikini, blanco con lunares rojos, lo llevaba debajo de la ropa. Se sentía contenta y audaz mientras esperaba el autobús y pensaba que era una suerte vivir en una ciudad con mar, aunque aquel verano había suspendido tres asignaturas y tenía que preparar sus exámenes.


Llegó a la playa y extendió su toalla en una parte alejada y tranquila, protegida del bullicio por unas rocas. Se quitó el sujetador y se echó crema. Después se puso los cascos de su mp4 y se tumbó a tomar el sol. Se quedó dormida y soñó que era una sirena y en sus cabellos se enredaban las estrellas de mar. Una de ellas no quería desprenderse de sus dedos, haciéndole cosquillas. Se despertó sobresaltada y decidió ir a nadar, así que caminó descalza hasta el agua, pero a medio camino tuvo que regresar para ponerse sus chanclas: la arena le quemaba demasiado la planta de los pies.
Se descalzó en la orilla, justo en ese punto en el que la arena está húmeda pero no mojada. Dejó allí las chanclas y entró en el mar. El agua estaba fresca, tan clara y transparente que podía ver en el fondo bancos de peces casi invisibles y viscosas algas que evitaba pisar.
Pasó una hora. El viento, como un gato travieso, empezó a dar zarpazos de arena a las chanclas, que permanecían fieles esperando a su dueña. Pasaron más horas y el horizonte se volvió malva y el azul del mar se oscureció como un enorme párpado en el rostro de la noche. Después subió la marea y las olas empezaron a exigir tesoros a la tierra. Así, las chanclas fueron atraídas por las olas. Primero se quedaron flotando en la orilla. Después desaparecieron.
Se decía que aquella playa era peligrosa. Que tenía fuertes corrientes, como ríos que siguieran cauces misteriosos dentro del mar. Era necesario bañarse con precaución. Decían ..., no, prefiero no contar nada más, porque a veces la gente dice muchas cosas, quizás sin mala intención. Además, una chica joven y buena nadadora no tenía por qué tenerle miedo al mar.
Aquel día ella había cumplido su sueño: era una sirena y en sus cabellos se enredaban las estrellas y las algas.



Mi sobrina Teresa (ocho años, ojos de color caramelo y una insana pasión por escuchar historias) me mira con tristeza.
—¿Qué pasó con las chanclas?
—Después de viajar de aquí para allá por la superficie del agua, el mar las rechazó. Se obstinaban en permanecer juntas, esperando a su recién estrenada propietaria. Aunque las sirenas no necesitan calzado. Y a ella no le gustaban especialmente. Sólo las había comprado para salir del paso en una pequeña tienda enfrente de la playa.
—¿Y la chica? —Teresa está a punto de llorar, pero, antes de que pueda responderle, la vemos salir del agua. Largas piernas, pies grandes, bikini blanco con topos rojos y una estrella de mar brillante enredada en su cabello. Se pone las chanclas haciendo un guiño a mi sobrina y, caminando despacio, se pierde entre las rocas.
—¿Quieres un helado de fresa? —le pregunto, pero ya sé que me va a decir que sí.


Toñi Sánchez Verdejo
Albacete, 10 de junio de 2008

Una gata curiosa a veces reflexiona

Una gata curiosa a veces reflexiona
mientras pasea por la calle Ancha

Dientes que león que volaron lejos o cerca ... ¿alguno te ha llegado?

El gato de Cheshire...

El gato de Cheshire...
o su sonrisa

Instituto Cervantes

Espéculo

Espéculo
Revista literaria

¿Alguien ha visto mi ratón?

¿Alguien ha visto mi ratón?
Si tienes gato, esto te puede pasar a tí

Si un perro salta a tu regazo es porque te aprecia...

Si un perro salta a tu regazo es porque te aprecia...
...pero si un gato hace lo mismo es porque en tu regazo se está caliente. A.N. Withehead

Dientes de león desde 7 de septiembre de 2010

Dientes de león

Dientes de león

¿Desde donde te trae el viento ... ?