miércoles, 4 de febrero de 2009

Deja Vù


Vas por la calle, una calle desierta. Estás sola. Es de noche. Noche cerrada. Hace frío. El eco de tus pasos en la calle vacía. Te subes el cuello del abrigo en un inútil gesto de procurarte seguridad. Te sobresalta un gato que huye de ti con el lomo erizado. Caminas deprisa. Deprisa. Ves a alguien al final de la calle. Parece un hombre. Se dirige hacia ti. Notas que te está mirando con insistencia; su expresión te asusta. Es alto, corpulento. Te dice algo obsceno cuando os cruzais. Corres. Corres sin mirar atrás pero al llegar a la esquina vuelves la cabeza y ya no está. Sigues caminando, rápido, rápido. Tu casa está aún muy lejos. Las sombras de los árboles. El rumor de las ramas con el viento que se ha levantado. Sola en la noche. Sola en una calle fría y vacía. Te levantas el cuello del abrigo. Ves un gato. Y más lejos un hombre. Le reconoces. No puede ser, te dices. Y tiemblas porque sabes que aún no has llegado a tu casa y ese hombre se está aproximando con su mirada fija en ti.

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...pero si un gato hace lo mismo es porque en tu regazo se está caliente. A.N. Withehead

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