22º en la Baltasara
con cielo azul intenso.
En mi copa de verano el vino
fresco y joven de uva Verdejo.
Me acaba de llegar tu última carta
escrita, por supuesto, a mano,
con tu menuda letra de médico.
Viene desde el borde de la infancia,
sin sello, sin tiempo
con olor a mar, a pan la Colegiala …
la trajo Saint Exúpery en un vuelo hacia África.
Me envías en ella un baobab,
un Citroën 2cv,
una foto de Soseki, el gato de Sánchez Dragó,
y un arcón lleno de palabras, rarezas, tesoros del fondo del océano
como mascarones de proa de los que le gustaban a Neruda.
Me pregunto si habrás leído aquellos periódicos viejos
que guardabas para cuando tuvieras más tiempo.
Te imagino leyéndolos en tu casa de baldosas antiguas,
comiendo un puñado de habas.
Por aquí, ya sabes,
la vida sigue siendo aburrida,
efímera,
triste
y terriblemente monótona
sin ti.
Si alguna vez te pasas por esta melancólica llanura
déjate caer por mi casa.
La bicicleta de Godofredo Jiménez
te está esperando
desde hace no sé cuánto tiempo.